¿Alguna vez te has planteado si podrías aprender a pensar mejor? ¿Si podrías desarrollar tu capacidad reflexiva y de pensamiento para tener una visión más amplia del mundo?
Sí es así, tenemos muchas cosas en común.
Me dedico a la innovación y el diseño estratégico desde hace 15 años. El diseño que practico no es el que cualquiera utilizaría para definirse como diseñadora. De hecho nunca me he definido como diseñadora, sino como persona que se dedica al diseño. El matiz es importante porque la versión del diseño que he desarrollado en mi carrera profesional, está orientada a entender cómo se producen los mecanismos para tomar buenas decisiones.
Esto me lleva a tener una forma de ganarme la vida un poco peculiar, porque no sabría diseñar un coche, una casa, o un espacio público. Pero sí sabría identificar las cosas en las que hay que pensar para acabar haciendo algo con valor. Del mismo modo, cuando digo que me dedico a la innovación, no es que yo sea capaz de tener ideas de negocios innovadores. Lo que hago es ser experta en el proceso que hay que seguir para que eso pase.
En resumen, durante 15 años me he dedicado a ayudar a pensar a los demás cómo deben tomar decisiones.
Ayudar a los demás a tomar decisiones de negocio tiene muchos alicientes para ser alguien inquieto a nivel intelectual. Eres la persona que pondrá encima de la mesa las variables que no pueden pasar desapercibidas, y si no cuentas con ciertas sensibilidades de diferente ámbito puedes caer en la trampa de tener una visión muy sesgada de los productos y de los negocios, marcada por la hegemonía capitalista de nuestro tiempo.
Dentro de todo esto, me he especializado en las metodologías de trabajo que se denominan Human Centered Design, y que vienen a desarrollar formas de trabajo donde se intenta poner a las personas en el centro de los proceso de diseño, con el fin de crear cosas que tengan en cuenta sus opiniones, creencias, preferencias y cosas así. Hoy esto está un poco mal visto porque ser humanocentrista se ha convertido en algo parecido a ser enemigo del planeta, así que lo matizaré diciendo que me he especializado en incorporar a las reflexiones de negocio cuestiones que tienen que ver con al entrega de valor, y no solo con cumplimientos financieros.
Con todo esto, los últimos 15 años se han llenado de proyectos, de formación y de sensibilización para intentar hacer del mundo un lugar más amable, más humano, y menos raro.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte comencé a sentir una inquietud que no se disipaba con el paso del tiempo. En muchas ocasiones lo achaqué al cansancio de la profesión, al cansancio mental de trabajar para mí, e incluso a la «mala suerte» del mercado que no me traía proyectos realmente potentes con los que disfrutar.
Y en ese momento, llegó una pandemia que me encerró meses en casa con mi gata, donde me dio tiempo a pensar qué coño me pasaba.
El Diseño para la Permanencia es un compendio de reflexiones, ideas, principios de diseño y herramientas que pretende fomentar la práctica del pensamiento crítico a través de la práctica conversacional.
Por hacer corta la historia, lo que me pasaba era desilusión. Una gigantesca y tremenda sensación de desilusión. Yo, la reina de la motivación, la fuente de inspiración de miles de personas. Yo, estaba completamente hundida en una desidia y tristeza por ver el mundo que habíamos construído.
A partir de ahí comencé a pensar dónde podría estar la raíz del problema y cómo podría contribuir al mundo desde un lugar que me hiciera sentir tranquila. Tras muchas horas de compartir y reflexionar hallé la frase que inspiró el resultado de este proyecto: para poder seguir desarrollando un mundo mejor, un mundo donde las cuestiones vitales puedan ser abarcadas, donde podamos sentir que damos respuestas a las inquietudes que nos persiguen, necesitamos espacios de conversación donde fomentar y dialogar sobre las cuestiones de nuestro tiempo. Un espacio libre, inspirador, de verdadera actitud crítica y que permita a las personas la práctica de un pensamiento reflexivo.
La práctica del pensamiento tiene dos ingredientes: el tema a debatir y el método utilizado para hacerlo. He unido estos ingredientes y he creado el espacio de Design for permanence, el Diseño para la Permanencia. Un espacio en el que encontrar contenidos para reflexionar, y una comunidad que se reúne periódicamente para poner en práctica su capacidad de diálogo y de pensamiento crítico.
A partir de aquí, el camino sólo depende de ti.