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Una experiencia de aprendizaje basada en proyectos suele tener un punto de inicio: dar a un equipo de trabajo un reto para que sea solucionado. Este reto se denomina en procesos de innovación situación difusa de partida, es decir, algo donde el problema a atacar no queda del todo claro, y al que queremos dar una solución.

La correcta formulación de situaciones difusas de partida es una tarea difícil e imprescindible en el diseño de experiencias de aprendizaje alrededor de la innovación.

El lenguaje utilizado en la formulación de estos retos condiciona aquello que un individuo crea en su cabeza acerca de qué debe o puede hacer. A pesar de que la fórmula “¿cómo podríamos?” heredada del «How might?” anglosajón es una fórmula excelente para convertir problemas en retos, debemos tener en cuenta las limitaciones que ofrece. Sobre todo porque el sentido y significado de la traducción inglesa no tiene las mismas connotaciones e implicaciones que las castellano-parlantes. Es decir, desde un estricto sentido de la gramática, esta formulación está generando, a priori, dos tipos de presuposiciones:

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Podemos

Es decir, existe la presuposición de que se puede hacer algo. Podemos encontrar una solución. Pero ¿y si en la investigación descubrimos que no? ¿Y si descubrimos que el problema ya está resuelto, o si no lo está, no contamos con recursos para poder llevarlo a cabo? La formulación cómo podríamos puede tener una respuesta condicional, es decir, podríamos siempre que _____ (rellena con lo que quieras). En este caso, no es válido ni suficiente habernos dado cuenta de que no hay salida en el callejón. Presuponer que algo se puede hacer es sinónimo de que hay algo que no se ha hecho. Si hablamos de innovación es afirmar que hay un hueco, un terreno por explorar, y a pesar de que ése deba ser el punto de partida (la exploración) puede que el terreno esté desierto.
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Nos induce a pensar en proceso

Cómo da respuestas a itinerarios o consecución de hechos. Quizá la respuesta al reto no exija un proceso como tal, sino una solución de acción estática. Quizá la respuesta no esté en el cómo, sino en el qué, o en el para qué. Estos descartes de partida ( es decir, no incluir en la pregunta el qué o el para qué) puede inducir al equipo a la frustrante situación de no encontrar soluciones de proceso, y obstinarse en querer crear soluciones que sólo sean una reinvención de la rueda.

Por esto, una correcta formulación de la situación inicial puede condicionar definitivamente el resultado de aprendizaje. Puede ser tan determinante como la calidad del profesor o la correcta selección del contenido.

De hecho, muchos estudiantes que he tenido la oportunidad de observar, sienten parálisis en la reformulación de la situación de partida inicial, es decir, en reconvertir ese cómo podríamos. Es posible que sea ocasionada por factores intrínsecos propios de una inadecuada estrategia mental para gestionar incertidumbre, o extrínsecos, como por ejemplo, una mala orientación inicial en el proceso de descubrimiento.

Sea cual sea el origen, definir la situación inicial a la que se quiere someter un equipo a un proceso de aprendizaje basado en proyectos, suele ser uno de los puntos de contactos clave en el buen desempeño de la función pedagógica del aprender procesos de innovación. No es un tema baladí, sino algo que puede llegar a condicionar el éxito del proyecto.

A día de hoy no podemos concluir en términos de diseño, cuáles son los aspectos que forman parte de una experiencia memorable.